miércoles, 12 de enero de 2011

Me latte el corazón


Había una vez - en un lugar bien pinche lejos de aquí - una jovencita que decidió amar al café, comenzó amando al Capuccino acaramelado porque le pintaba un día espumoso, todos los días se veían en una cafetería llamada Stardust - ¡aah, el primer amor! -; tristemente, una mañana de marzo, descubrió que el Capuccino había cambiado, ya no era de ella, no... ¡se regalaba como todo un cualquiera en bolsitas individuales pegadas a cajas de galletas del súper - y ni acaramelado estaba -!

Después vino el Expresso, atractivo y siempre diferente: un día era doble, otro largo, en ocasiones normal, al otro se hacía llamar "Vienés"... etc.; pero esos constantes vaivénes de humor hicieron al Expresso y a la chica distanciarse, ¿pero qué podía esperar de un café con síndrome de personalidad múltiple y que trabaja en Stardust? - osh, ¡pero tan atractivo que era él! -.


Un día llegó el Cortado, muy parecido al anterior, pero tenía una lechita que no-sé-qué-que-qué-sé-yo que lo diferenciaba, ustedes saben, un sex appeal que bien podría ser un aire de condescendencia; la relación no duró, así como vino se fue, esa lechita que lo diferenciaba terminó por cambiarle el nombre a Manchado - por no llamarle un cabrón... ¡EJEM! -. El estómago le irritó.

"¡No más cafés prepotentes!", se dijo la joven, sin embargo, en ese justo momento apareció el Bombón, tan dulce y amable se presentó. Claro, lo primerito que la chica le vió fue la leche condensada, "no parece taaan prepotente, hay que darle la oportunidad", lástima que sólo fuera un café pantalla, empalagoso y sin consistencia - ¡qué tristeza, hasta como que me quiere dar gastritis! -.


La chica decidió no salir con esos cafés, buscó un Mocha, - ¡oh, sí! -, un Mocha debería ser perfecto, así que salió en una cita a ciegas con uno de ellos, - fueron a Stardust - charlaron, se rieron, no era desagradable y mucho menos amargo que algunos de los demás... "¿Por qué no?" Se dijo. Todo le resultó bonito y estable, siempre a partes iguales de chocolate, café y leche. Para no aburrirse en ocasiones cambiaban la leche por agua. Pero algo estaba mal, el chocolate empezó a tornarse amargo, ¡el Mocha compartía sus elementos con cucharines de plástico corrientes! Lo estable se fue al caño, ¡y qué decir de lo bonito! La chica lo echó de su vida y dejó de ordenarlo en las cafeterías - auush, mi estomaguito -.

Ya resignada y a punto de tirar la taza, la chica conocío un Latte. Era sencillo y sabrosón, no precisamente el tipo de café con el que había estado saliendo, ¿verdad? Pero algo muy en el interior la detuvo, "¿y si me causa indigestión?" Se preguntaba constantemente, tantos dolores de estómago ya la habían dañado, así que la joven decidió ir con calma. ¿Qué creen? Al Latte no le latió, por lo que aclaró las cosas con la chica y le dijo "si no vamos a ser consumidora con su café, 'nanais', pero podemos seguir siendo amigos... obvio, yo saldré con otras".

Y así fue como la chica que decidió amar al café se quedó con una úlsera en el estómago, un vaso largo de Stardust vacío y sola. Si tan sólo me hubieran descrito a los cafés tal como son, siempre tendría en cuenta que nunca voy a encontrar al café azul ni a salir con el café adecuado... FIN.