Ya te olvidé… o eso creo que hice. Cuando veo películas melosas, ya no lloro, y eso es bueno… ¿verdad?
Dejé de buscarte en los lugares por los que solíamos andar, porque sé que no irás por ahí. Ya no uso faldas, ni medias, ni tacones… a menos que salga al bar; ya te olvidé porque ahora no quiero relaciones afectivas: me busco hombres fornidos, con espalda ancha y trasero firme, de aquellos que me invitan copas cuando me ven entrar y centran su mirada en mi escote -que llega hasta los talones-, luego echan un vistazo a mis medias negras y la faldita que deja ver el liguero.
Fíjate que sí te olvidé, porque cuando me preguntan “¿quieres ir a otro lado?” les caigo a besos. Me he vuelto extraña, no entiendo el tacto y les pido que me rompan las medias, que sean rápidos y que me den de sus cigarros.
Abro mis piernas no sólo para mi caminar, como podrás comprender. Contigo era tímida, cariñosa, te hablaba con dulzura y te abrazaba toda la noche… ¡qué pesada! ¿Cómo no huiste a las mañanas siguientes? ¿Te sentías comprometido?
Ya no me gusta ir a cenar después del trabajo, ni me le quedo mirando a la puerta en espera de tu llegada. Soy impulsiva, si siento ganas, las remedio; ya no me preocupo por tener que cambiar constantemente mi ropa interior, al fin vendrá un desconocido a conocerlas.
Es curioso, porque ya no lloro en las noches, ni me asomo a la ventana a suspirar; decidí convertirme en la fulana que buscaste cuando me tenías en casa. Caí bajo, lo sé. Pero ya te olvidé… o eso creo que hice.
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